TEXTO: MARÍA JOSÉ NAZAR / FOTOS: RENZO DELPINO

Hace más de dos décadas, el reconocido paisajista chileno Juan Grimm llevó su obra a Uruguay. Allí, en las afueras de Montevideo, dio vida al Parque Lagunas San Nicolás, una intervención magistral sobre 30 hectáreas de terreno plano que alguna vez fueron un botadero de escombros. Cipreses, sauces, palmas y gramíneas fueron el punto de partida de un paisaje que hoy parece salido de un sueño silvestre.

Con total libertad creativa, Grimm rediseñó la laguna existente para suavizar sus formas, incorporó rocas de una cantera cercana y aprovechó las pendientes naturales para proyectar dos cuerpos de agua adicionales. El resultado: un ecosistema vibrante, con sotobosques espontáneos, pastos nativos y la llegada inesperada de fauna silvestre como garzas, nutrias, coipos y tortugas.

La paleta natural —rojos óxidos, verdes, amarillos y grises— crea un relato visual en constante transformación. El diseño evita lo evidente: busca perderse en el horizonte, confundirse con la naturaleza y eliminar cualquier traza de intervención humana. El resultado es un espacio profundamente contemplativo, donde la flora y la topografía dialogan en perfecta armonía.

El proyecto se mantuvo intacto. Sin viviendas ni construcciones. Solo naturaleza. Un gesto que consolidó el prestigio de Juan Grimm en Uruguay. “Me conquistó su geografía, su vegetación y su clima. Y, por supuesto, el trato amable que caracteriza a los uruguayos”, confiesa el paisajista, hoy referente absoluto del paisajismo latinoamericano.