TEXTO: MARÍA JOSÉ NAZAR / FOTOS: NICOLÁS SÁNCHEZ

A diez años de su creación, este parque en San Francisco de Mostazal sigue sorprendiendo. El diseño del paisajista Nicolás Sánchez logró un equilibrio perfecto entre texturas, aromas, formas y colores. Un jardín que, más que espacio, es experiencia.

Sánchez es reconocido por su enfoque sensorial y su obsesión por los detalles. Para él, crear un jardín es más que plantar: “Es diseñar bienestar”. Compara el desarrollo del jardín con las etapas de la vida: flores para la niñez, herbáceas para la adolescencia, y árboles robustos para la adultez. En la vejez, queda lo esencial.
Ese fue precisamente el encargo de los propietarios: un jardín cambiante, caminable y encantador, con un otoño protagónico. El resultado: ocho mil metros cuadrados con senderos sinuosos, un espejo de agua central, parras, juegos y vegetación que guía y sorprende.

La obra se desarrolló en paralelo con la construcción de la casa (a cargo de Duval Vives Arquitectos), lo que permitió una integración armónica entre arquitectura y paisaje. Se conservaron árboles preexistentes como higueras, manzanos, nísperos y un tilo, y se complementaron con crespones, liquidámbares y robles de Santiago.
Para estructurar el jardín, se utilizó vegetación arbustiva y herbácea: perovskias, echinaceas, tulbaghias, romeros, lavandas, gauras y lirios acuáticos. Todas especies elegidas por su resistencia y valor estético durante el año.

Colores que mutan, aromas que envuelven, formas que invitan al recorrido... Este parque se consolidó con el tiempo como un oasis sensorial donde naturaleza y diseño dialogan en perfecta armonía.